La ciencia se ha encargado a lo largo de los años con base en su estudio metódico de la observación y del razonamiento, poner a prueba el valor de la intuición humana y de irrumpir donde quiera que la persona desee ir a sus anchas.
El mundo del béisbol, aunque resulte paradójico, no escapa de esta realidad. A él, de un tiempo para acá, se le ha intentado seguir los pasos análogos de ese problema de investigación que identificas y que buscas resolver, para llegar a una conclusión y tomar decisiones con base en lo analizado. Precisamente por eso, el béisbol es visto como una suerte de estudio minucioso de numeritos, con la intención de conseguir la fórmula ganadora que le asegure campeonatos –y mucho dinero- a los dueños de equipos. A la encargada entonces de esta ardua misión se le conoce como: la sabermetría.
Tomando como base a Alexis Correia en su artículo publicado el pasado 9 de diciembre en El Nacional “Mi bate se mira, pero no se toca”, la sabermetría puede definirse como “un nuevo enfoque para analizar resultados. Este tipo de medición evalúa cómo afectan las estadísticas individuales de los peloteros al récord de ganados y perdidos de un equipo” y es que no fue sino hasta 1867, 25 años después de que el béisbol se practicase como se conoce a día de hoy, que se empezó a hacer uso de esta herramienta.
La culpa muchos se la achacan a Bill James, escritor de la historia del béisbol y sus estadísticas, por ser conocido como el padre de esta “ciencia”. Se establece el término culpa porque son pocos los adeptos al estudio de estas cifras y no por miedo a las matemáticas, sino que miran con cierto escepticismo al casi considerado don de este mecanismo para predecir resultados, porque entienden que el razonamiento de los números viene dado por la interpretación de cada quién y el plano de lo subjetivo no tiene cabida, de ninguna manera, en cualquier ciencia.
No obstante, César Márquez, redactor de béisbol de Líder en Deportes, cree que como instrumento para entender el juego “es bastante válido, porque ayuda a predecir conductas en un determinado período de tiempo. Por ejemplo: según el registro de los números de cierto jugador, la estadística comprueba que le hace daño enfrentar a lanzadores zurdos. Históricamente así lo fijan sus números”.
Ahora bien, si la sabermetría ayuda, por ejemplo, a registrar estadísticamente si el jugador está caliente con el madero (conectando muchos hits), ¿por qué la reticencia de muchos con respecto a dicho mecanismo, si según su aplicación, puede llegar a garantizar resultados y, por ende, la adquisición de campeonatos? Fernando Escalona, redactor de béisbol para el portal pantalladeportiva.com, piensa que la sabermetría “puede ayudar a conformar equipos competitivos, pero no garantiza rentabilidad a largo plazo porque no te puedes cerciorar de que el jugador cumpla con lo esperado. Es el caso, por ejemplo, de Vernon Wells, ex jugador de Los Azulejos de Toronto y quien antes del 2009 no ganó más de 4 millones de dólares, teniendo buenas temporadas. Ahora con su actual equipo, Los Ángeles de Anaheim, firmó un contrato de 87 millones de la misma moneda por 4 años y ha sido un total fiasco”.
Por otro lado, Márquez afirma no ser fundamentalista y conoce que “existen otros factores, sobre todo humanos, que influyen en el juego. Por ejemplo: la dinámica y la armonía de un dugout (cueva, o equivalente al banquillo de suplentes en el fútbol, tal como lo refiere Correia en su artículo) influyen, pero no se tiene la posibilidad de medirlos (…) De ahí también la importancia del rol de los scouts”, señala.
Los scouts son los enviados por los equipos de Grandes Ligas a los campos de béisbol norteamericano y del caribe, con el fin de reclutar los posibles prospectos. Son los cazatalentos que ayudan a conseguirles contratos millonarios a los jugadores.
Probablemente el rechazo hacia dicha herramienta no sea tanto por su complemento, sino por su intención de carácter sustituto. Carlos González, aficionado por años al béisbol, reflexiona que con “el uso de la sabermetría dejas de ver el lado humano de la disciplina. No toma en cuenta factores como el estado de ánimo ni la disposición de los jugadores a la hora de predecir victorias o derrotas en el juego”.
Quizá la creencia de ver a los peloteros como héroes de batalla que lo dejan todo en el terreno, se ha visto trastocada por la aplicación de la ciencia al juego. Para muchos (periodistas, fanáticos y dueños de equipo), la sabermetría se ha convertido como una suerte de Dios con el que te mantienes conectado constantemente y del que esperas te de lo suficiente para poderle dar un vuelco distinto al análisis del juego; para otros, sin embargo, es visto como ese rival que debes enfrentar en el campo y que, aunque no te guste, estás al tanto de que muchas veces puede ganarte la batalla.
En este mundo cada día más complejo, quizás toca dejar espacios libres para la simplicidad, que liberen a las personas de la atadura de la racionalización y les den carta abierta para el disfrute y para seguir pensando que la valoración de lo humano todavía puede conservarse en algunos lugares.
Viva la sabermetría!!