El Estadio Olímpico de Caracas: 6 décadas de ilusiones

Octavio Estrada

La historia del Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria de Caracas comenzó hace 60 años, con la inauguración de los III Juegos Deportivos Bolivarianos. Fue un 5 de diciembre de 1951 cuando se efectuó el acto de inauguración de aquella contienda regional que tuvo como anfitrión a Venezuela.

Con el permiso de los lectores, vamos a tomar como excusa el estreno del estadio de la UCV para relatar algunas anécdotas del fútbol venezolano de entonces.

Como reflejan las crónicas de la época, el once criollo lució en la final del certamen Bolivariano en el que cayó 1 a 2 ante Colombia, una camiseta color bermellón: tendría que pasar casi medio siglo para que al combinado nacional de fútbol se le empezase a conocer como “la Vinotinto”, la única divisa que en los convulsionados tiempos que vivimos es capaz de amalgamar a todos los venezolanos.

En un brevísimo esbozo político aquellos años, a comienzos de la quinta década del siglo pasado una Junta Militar de Gobierno gobernaba el país. Apenas había pasado un año desde el asesinato del teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud (13 de noviembre de 1950), presidente de la primera Junta Militar que en 1948 había derrocado a Rómulo Gallegos. El magnicidio de Delgado Chalbaud llevaría a que el entonces Ministro de Defensa, el también teniente coronel, Marcos Pérez Jiménez, asumiera las riendas del país.

El diseño del complejo deportivo de la Ciudad Universitaria de Caracas fue inspiración del arquitecto Carlos Raúl Villanueva y comprendía, además del estadio olímpico, el campo de beisbol – otra obra de avanzada de la época – estrenado apenas una semana antes del inicio de los mismos Juegos Bolivarianos de 1951.

De vuelta con el juego decisivo de los Bolivarianos de 1951, la final de fútbol se disputó el domingo 16 de diciembre y reunió a poco más de 30 mil espectadores, encuentro que no estuvo exento de polémica, al concluir 6 minutos antes de lo que señalaba el reloj principal, o al menos así coincidieron los cronistas de entonces. Venezuela venía de igualar a 2 con Perú, pero ganó el derecho de disputar el título con Colombia tras superar con sendas goleadas 4 a 1 tanto a Ecuador como a Panamá, escuadra nacional que tenía bajo los palos al inolvidable Freddy Brandt y en el ataque a figuras como Ely Olivares.

Sin dudas, fueron tiempos de mucha agitación en el ambiente del balón nacional, porque no habían pasado ni tres semanas desde que el capitán Tulio Salgado Ayala, presidente de la recién constituida Federación Venezolana de Fútbol, señalara que la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) con sede en Zurich, le había dado el visto bueno a la naciente institución que tomaba el relevo de la ANF (Asociación Nacional de Football), organismo que desde mediados de los años veinte había llevado las riendas del balompié venezolano.

El integrarse a los dictámenes de la FIFA presidida entonces por Jules Rimet, llevó de inmediato a que algunos directivos criollos propusieran la inmediata afiliación a la Confederación Suramericana de Fútbol, una idea que había surgido en 1946 con motivo de los V Juegos Centro Americanos y del Caribe de Barranquilla y que volvió a plantearse tras los primeros Juegos Panamericanos de 1951 efectuados en Buenos Aires.

Entonces en Venezuela no existía un Campeonato Nacional de Fútbol Profesional tal como empezó a celebrarse a partir de 1957, si bien hubo un primer y fallido intento en 1953 que acabó en la bancarrota de las escuadras participantes. A mediados de 1951, por ejemplo, la Federación Occidental de Fútbol proclamó a Mérida monarca del III Campeonato Occidental, una vez que se comprobase que el equipo de Táchira empleó a diversos jugadores profesionales, descalificación que dejó en el subcampeonato al combinado de Zulia.

En la opulenta y siempre aristocrática capital, el 31 de julio el conjunto Universidad aprovechaba la derrota de Loyola frente a Vasco para así celebrar el título del fútbol llamado también de Primera División de Distrito Federal de la mano de un brasileño que luego haría historia en los banquillos del fútbol nacional, Orlando Fantoni.

Aunque en Venezuela era habitual recibir la participación de equipos suramericanos y caribeños en torneos cortos, en enero de 1952 se organizó en el Estadio Olímpico una primera serie internacional que contó con la participación de Universidad de Bogotá frente a los locales Litoral, Unión, Universidad de Caracas y Loyola, mientras en febrero nos visitaron los combinados neogranadinos Quindio de Armenia y Sporting de Barranquilla.

A mediados de 1952 vinieron Real Madrid de España, Botafogo de Brasil, Millonarios de Colombia además de un conjunto de los mejores jugadores del torneo distrital, serie a doble juego en la que se impuso por diferencia de goles el cuadro español que empezó a tantear la posibilidad de contratar al delantero argentino Alfredo Di Stefano, figura estelar del denominado “Ballet Azul” de Bogotá.

En 1953 Di Stefano volvió al Estadio Olímpico con Millonarios, esta vez para dictar cátedra frente a River Plate de Argentina y Rapid de Viena de Austria, pero además se permitió el lujo de jugar a préstamo con el Loyola de Caracas en el empate a 3 frente a los centroeuropeos. El conjunto ignaciano incluso le hizo una propuesta al argentino para el torneo local, oferta que no fue considerada y que tal vez pudo modificar la historia del fútbol español y europeo: de inmediato se iniciaría la novela del pase de la Saeta Rubia al Barcelona, si bien sería el Real Madrid el que se haría finalmente de los servicios del hombre que cambiaría para siempre los destinos del conjunto blanco.

AMPLIACIÓN A mediados de 1952, apenas seis después de su inauguración, luego del llenazo alcanzado con el juego Real Madrid y Millonarios de Colombia que superó las 30 mil almas, se asomó la posibilidad construir un segundo piso y así ampliar la capacidad del estadio. Caracas entonces no llegaba a 700 mil habitantes.

DI STEFANO Para los que lo vieron jugar, aseguran que fue el más completo de todos los tiempos. En 1952, antes de iniciar su leyenda junto al Real Madrid, el argentino jugó en el recién construido recinto de los Chaguaramos con el Millonarios de Bogotá y al año siguiente saltó al campo con el caraqueño Loyola en el empate a 3 frente a Rapid de Viena.

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